tu vida está a punto de
de llegar
tendrás tonelada de estilo
kilómetros de estilo
kilómetros y kilómetros
de estilo malgastado
y está bien es lo q
tenés q hacer
los cinco días de la semana
con ropa hermosa
combinada y limpia
solo para sentarte en el patio a
leer, fumar, ver a la gata saltar
cada vez más torpemente
porque el tiempo pasará también para ella
tanto como para el mundo
y habrá cosas q seguirá sin
saber expresar y así y todo
continuará saltando
para ver el atardecer desde su
lugar con ese estilo
q conocés bien,
al final de cuentas sos
el tipo de chica q me gusta
porque estás vacía, yo
también estoy vacío,
y no podemos poner
el pasado en cuarentena.
al freezer en algún momento
lo van a descongelar
y esa porción
en el tupper amarillo
ya no será apetitosa
tu perro la va a oler
y no estarás para decirle q no la coma,
tu perro no tiene estilo
ladra de una forma incompleta
siempre queda flotando
su ladrido sin
completar.
/Franquito Guga Vaso de Ron/
***
📚Leon se sube como puede al futon que está en la galería . A Carolina no le gusta . Solía echarlo pero ahora lo deja todo lo que él quiera . Leon no quiere comer su alimento y Carolina le hace distintas comidas . Es como si se hubiera decidido a probar de todo un poco . Carolina se las ofrece con paciencia en la boca .
León se está muriendo . Se va a morir pronto . Nilo ahora fue asignado como su asistente social por el estado . Pero la que lo asiste continuamente es Carolina . A ella no le agradaba tanto León porque es un callejero inmundo . Pero Carolina sabe( siempre supo) que es el perro más bueno del mundo y ahora lo ve así , próximo a irse, entonces lo cuida como si cada vez fuera la última vez .
Yo no tengo esa capacidad . Acomodo el dolor en alguna parte del alma .
En Poor Things, God ,el creador de Bella Baxter , cuenta que su padre le clavaba los pulgares contra una mesa para que se le estiren mejor los huesos y que el dolor era tan grande que él decidía mirar sus otros dedos de manera fija a punto tal de que olvidaba el padecimiento y lograba sonreir .
Cada uno acomoda los dolores como puede .
Leon no se queja .
No logro descifrar su forma de acomodar su dolor físico .
Yo paso y lo acaricio y le digo Dying Lion y quiero que se quede un ratito más .
📚
/Gusy/
***
soñé que jugábamos
un juego online
que no juego hace años
entrar un rato en tu sitio
aceptar
comer todas tus cookies
estrictamente necesarias
pero no hacías más
que dar vueltas en círculo
mordiendo tu cola
te preguntaba
como habías hecho
para matarme tan fácil
si me había desconectado
para lamer mis heridas
me regalabas un hueso
pensaba que estaba bueno
para enterrarlo
como un gil
como alguno de los otros
aunque fuese solo
un fantasma y no pudiera
ni siquiera agarrarlo
/Hermes Qualia/
***
El Pancho
Era de raza fox terrier, lindo y amoroso, salíamos a pasear por el barrio, por la costanera, cada tanto aparecía otro perrito paseando con su fiel amigo; mientras se olían las colas en remolinos, charlábamos; nombre, edad, comida y paseos favoritos, la veterinaria, las costumbres; los canes se aburrían, y seguíamos paseando y vuelta a encontrar otre, ya sin can pero enamorade de los canes, llegábamos cansados con mi fox terrier; así día tras día, con lluvia, viento o frío. Llegar del trabajo, pasear, volver, comer y hasta mañana; todos los días, las semanas, meses y meses; un loop eterno.
Mi fox terrier empezó a jugar con un trapo, un trapo viejo, deshilachado, color verde, a mi fox terrier le gustaba, jugaba y jugaba cada vez más, lo mordía, el trapo se deshilachaba más, y mi amigo seguía jugando, le encantaba.
Mordía el trapo verde, de un lado al otro del fondo de casa, se quedaba jugando, entretenido con ese trapo; un gran alivio para mí, me quedaba tirado en el living mirando pelis, series, futbol, tomando birra o cocacola con mucho hielo; pero fue pasando el tiempo, empecé a extrañar nuestros paseos, las olidas de cola, hablar de él; juntarle la caca también.
Una noche apagué la tv, dejé la lata de birra semivacía sobre la mesada y salí al patio a verlo, y él con ese trapo verde, ya no lo mordía casi, ya no lo arrastraba de un lado a otro del patio; estaba en un rincón. Me acerqué.
Se frotaba una y otra vez con el trapo verde, me acerqué más; mi amigo con ese trapo viejo y deshilachado, fricción tras fricción y al poco rato, se echaba a dormir.
Los paseos diarios, ese momento tan nuestro, tan íntimo, hombre-can, significaba más de lo que yo pensaba, pero ahora, para mi amado amigo era más entretenido ese trapo que pasearnos por la costanera; me quedaba mirando la cuerda, ya inútil, colgada en el perchero; me sentí ahogado. Melancolía y tristeza.
Pensé y pensé; le propuse un trato entre amigos caballero-can; por las mañanas, antes de salir a trabajar ya sin el trapo verde, sin guantes de látex, bolsita plástica tampoco, lo mimaba, lo acariciaba una y otra vez, le frotaba el pito, se lo pelaba, color rosadito, casi rojo y mi Pancho, con el panchito ya desinflado se echaba a dormir.
A mi regreso, pedía volver a pasearnos por la costanera, oler colas, hablar con desconocidos, juntar cacas, y así todos los días, semana tras semana, meses, en un loop eterno.
/JuanJustFontaine/
***
"MALVINA"
La radio suena de fondo. ”Transmite LU 14 radio provincia de Santa Cruz, comunicado N°…”. Mi hermano Nico y yo, jugamos con la cera de las velas, la tiramos sobre una hoja dibujada y decimos que es papel de calcar. Afuera todo el tiempo se escucha un sonido fuerte. Son los helicópteros que sobrevuelan la ciudad. Miro para el comedor y veo dos sombras gigantes en la pared, son papá y mamá, hablan en voz muy baja al lado de otra vela. Están muy serios. Nos retan porque gritamos y competimos por tocar la cera de las velas sin quemarnos, y no los dejamos escuchar bien las noticias.
Tenemos que poner frazadas en las ventanas y cinta negra en los faros de los autos para que no nos vean. Me imagino a un soldado inglés, vestido de verde, como los que veo en los dibujitos. Tiene una escopeta en la mano, mientras camina por la vereda de mi casa. Me parece escuchar ruidos de voces y no entiendo lo que dicen. Me dan miedo los ingleses, por eso a la noche, cantamos canciones del jardín hasta que se nos cierran los ojos.
La ciudad está más fría que nunca. Los árboles torcidos por el viento se llenan de un aguanieve que hace que las hojas se vean blancas como la cabeza de la abuela Coca. Cuando salimos para el jardín todavía es de noche y el pasamontañas de lana roja hace que me piquen mucho los cachetes. Mientras esperamos que se caliente el Citroën me fijo que cuando respiro, se forma una nubecita frente a mi boca. Me gusta aspirar el aire y largarlo para ver cómo la nubecita va y viene. El Citröen tarda en calentar y papá trae varias pavas de agua hirviendo para desescarchar el vidrio. Con Nico nos escondemos y despegamos la cinta de uno de los faros de atrás pero, cuando papá nos llama para irnos, la volvemos a pegar por si acaso.
En mi jardín practicamos las alertas. Cuando escuchamos el timbre del recreo es la alerta roja. Hay que esconderse debajo de las mesitas. Con mis amigos jugamos carreras a ver quién llega primero, nos reímos mucho y gritamos. Siempre ganan los varones porque empujan y hacen trampa pero igual es divertido. La seño se enoja porque estamos dele reírnos y dice que es algo serio, que hay que aprenderlo por las dudas.
Un día Nico escucha algo afuera y, en un descuido de mamá, sale disparado hacia la ventana e intenta correr la frazada de manera tan torpe, que casi la descuelga. Mamá lo reta y se pone colorada de enojo. Por la cara de mi hermano me doy cuenta de que vio algo. Me muero por investigar qué hay, pero no me animo. Cuando se vaya mamá le voy a sacar la verdad a Nico.
A la noche siguiente, mientras comemos pastel de papa, todos escuchamos algo. Papá sale a la vereda. Tarda lo que a mí me parece un siglo. Vuelve con una perrita a upa, tiritando de frío, y seguro, de susto. Es de ese color negro azulado y muy brillante, tiene los ojos rojos, que al principio dan un poco de miedo. Es pekinesa pero de las lindas. Me da gracia porque tiene como mediecitas blancas. Mamá se queja un poco porque no le gustan los perros pero igual la acepta y le da lo que sobró de la cena. Enseguida pensamos en un nombre: “¡Malvina!”, dice papá. Y a todos nos encanta. Se queda en casa. Con Nico jugamos a perseguirla y siempre la alcanzamos. Le hacemos peinados con mis hebillitas o le estiramos la cara tanto, que parece una foca. Ella se deja, quejándose apenas de nuestros mimos brutos.
Lo de Navidad no me lo voy a olvidar jamás. Malvina elige mi armario para tener a sus hijitos. Como es Nochebuena y somos muchos, estamos sentados en la mesa del comedor que es más grande. Mientras cenamos ella pega unos gritos como desde el fondo de su cuerpo y llora. No puedo aguantarme y me levanto de la mesa para ir corriendo a cuidarla. Me siento en el suelo a mirar cómo salen uno por uno los cachorros, llenos de sangre y babosos. Negrísimos como ella, con los ojitos cerrados y todos pegoteados. Tienen la trompa redondeada. Por suerte tampoco tienen los dientes pinchudos como otros pekineses. Son seis en total. Hay dos con manchitas blancas. Cuando sale el último, ya estamos todos en mi pieza, tan felices que nos olvidamos de los cohetes, de los regalos y de que dejaron mis zapatos nuevos llenos de sangre y baba. Nico los quiere tocar y Malvina le gruñe por primera vez. Él llora y no entiende. Papá nos explica que es por protección, que no le gusta que le toquen a sus hijitos porque piensa que se los van a sacar. A algunos cachorritos tenemos que alimentarlos con un gotero porque Malvina está cansada y no le alcanza la leche. Nos peleamos mucho con Nico porque los dos queremos alzarlos y alimentarlos. Creo que uno murió a los pocos días pero de eso prefiero no acordarme. Les ponemos nombres. Quiero quedarme con el de las patitas blancas como Malvina, pero mamá no quiere dos perros porque dice que siempre tiene que darles de comer y limpiar sus necesidades ella sola. Los cachorros son tan lindos como peluches. Lloro y les ruego para que me dejen quedármelo, pero no hay caso. Regalamos los cinco cuando Malvina los deja ir. Es demasiado triste. Mamá y papá tienen que hacerlo a la noche, a escondidas mientras dormimos, para que no nos pongamos a llorar como marranos.
Pola es la señora que nos cuida cuando mamá y papá trabajan. Viene casi todas las mañanas muy temprano y cuando nos despertamos, ya está con la leche lista. Ella también nos hace practicar las alertas que ya aburren de tanto repetirlas. Con Nico le hacemos caso así después nos cocina las empanadas de masa de papa que son para los días que nos portamos bien. A Pola no le gusta mucho Malvina porque lo que ella limpia, viene la otra atrás y lo mea. Yo la entiendo pero también entiendo a Malvina que es un animal y no sabe lo que está bien y lo que no. Veo cómo papá le enseña a hacer pis y caca en el diario que puso al lado de la puerta del lavadero. Me da lástima porque cuando hace en otro lugar él le refriega el hocico en sus necesidades y ella llora. Papá me dice que de esa manera Pola no se va enojar más. Pero es inútil, un día encontramos un dibujo de Malvina en el pizarrón, firmado por Pola que se despide de nosotros. Me da bronca porque la quiero a Pola pero prefiero a Malvina.
Esas vacaciones dejamos a Malvina en lo de la abuela. Es un viaje muy largo para que venga con nosotros. ¡La extrañamos tanto! A la vuelta, empezamos a comprar los útiles para primer grado. No puedo más de la emoción porque ya soy grande. Pero el primer día de clase, papá nos da una noticia triste. Con mamá, decidieron que Malvina se vaya a vivir con la abuela Coca porque tiene una casa con más espacio y necesita compañía. Me pongo muy triste, porque no la voy a tener para mí como ahora y ya no vamos a poder jugar cuando vuelvo de la escuela a que es mi caballo. Papá nos dice que la vamos a poder visitar cuando queramos y que va a seguir siendo nuestra perra. Después de la charla me subo a la hamaca para que se me pase la molestia de haber llorado. Me arden los labios, paspados por las lágrimas y el viento helado. Mientras muevo las piernas para atrás y para adelante, cada vez más rápido, me voy poniendo de buen humor y pensando en la vida que va a tener Malvina. Va a comer las mejores tortas fritas del universo. Además si llegara a tener miedo de noche, seguro la abuela la va a acariciar hasta que se duerma como hace cuando me quedo a dormir. Me gustaría mucho vivir con ellas. Si es mejor para Malvina, ¿por qué no va a ser lo mismo para mí? Cuando vuelva papá del trabajo se lo voy a preguntar.
/Adri/
***
La sociedad le había dicho muchas cosas, la mayoría sandeces, moralinas, espejos de colores o simplemente mentiras despiadadas. Pero que el perro era el mejor amigo del hombre, su compañero fiel, en ésa creía o había creído, casi sin dudar.
Recostado sobre la puerta mirando la calle, olía su juguete y lo esperaba en silencio; ese intenso olor a Rudy cristalizaba sus ojos y lo traía de vuelta en imágenes, flashes que se le cruzaban de un Rudy cachorro lamiéndole la cara, ladrándole desde su pequeñez a otros canes gigantes en la plaza, llorando contra la puerta cuando no estaba. Ese día habían salido a pasear a la misma hora de siempre, Rudy adelante zigzagueando el mismo camino de siempre, meando los mismos árboles de siempre. Llegando a una esquina había parado como siempre, se había dado vuelta, lo había mirado y mirándolo había trotado hacía él, dado un par de vueltas alrededor, pasado entre sus piernas refregándose y trotando se había alejado, cruzado la calle, doblado una esquina y después otra y otra; y él inmóvil ahí, la correa apretada en una mano, la mirada perdida.
/Daniel O´field/
***
Oscuridades
Pero no se la iba a perder, aunque su investidura indique que no es conveniente asistir a ese tipo de lugares. Parado arriba de la caja de la camioneta, a una distancia prudencial, boina verde, solapas levantadas, los prismáticos traídos de Londres le permiten observar todo el escenario
Tac! Tac! Tac! Tac!
Corta los pepinos en hexágonos con la perfección de un profesional
Los mezcla en el plato con las rodajas de tomate
quintero, el colorado justo
Sal, oliva, y ya tiene listo el almuerzo.
A través de la ventana de la cocina los ve llegar, a Mingo con el Negrito, y les sale al encuentro. Se agacha para acariciar la cabeza, pequeña, y dar unas palmaditas en los cuartos traseros, musculosos, del Negrito. Alzando levemente las cejas, interroga con la mirada a Mingo. 'en el derecho, cuando va lanzado, está metiendo menos de seis segundos en los cien, doctor'. Hace un gesto de aprobación y los deja seguir hasta el galpón del fondo, sin dejar de mirar las patas largas, el paso armonioso, de crack, del Negrito.
Había aceptado de mala gana los tres meses de licencia forzosa que le otorgaron, sobre todo para mitigar el escándalo, esperando que se vayan enfriando las cosas, aunque él insistía que su actuación estuvo en la línea de lo correcto.
Se recluyó en la casita del pueblo, atrás de la laguna y al costado del camino de los eucaliptos. Ahí nadie lo iba a ir a joder.
Cuando supo en esos días que se estaba organizando una reunión en lo del gordo Miranda le dijo a Mingo 'preparemos al Negrito' 'Llamalos a esos de Las Flores, que nos desafiaron un par de veces. Deciles que les corremos en la cancha de Miranda'.
Para distraerse un poco y no pensar en la carrera del domingo se sentó a leer "El Robador" una historieta ilustrada por Juan Pablo, un compañero del taller al que había asistido hace unos años en la ciudad. Estaba escrita por un tal Torres, a ese no lo conocía. Solo desvió la mirada de lo que leía para observar por una de las puertas ventanas a los eucaliptos del camino, en el momento que se levantó un viento fuerte, que precedió a la tormenta
Los troncos y sus brazos
Van para allá
Vienen para acá.
Dejan un hueco por donde se cuela la noche larga, larguísima.
Ni un atisbo de sol
¿Se lo habrá llevado el Robador?
Vamos pedaleando por el camino de los eucaliptos enfrentados
La llovizna cae en forma de navajitas, horadando el rostro
Cuando terminó la guerra, todo se oscureció
Expulsados, salimos a buscar un nuevo día
Y sigo pedaleando,
rozando el siglo XXII.
He perdido mi ficha de afiliación, ya no percibo cerca a mis compas.
Todo es muy negro
/Torres/
***
Por fin llegó la tarde para juntarse a ver “perro que ladra, no muerde” de Bong Joon-ho. Para relajarse en el camino se puso a escribir en la cabeza, aún sabiendo que quizá lo iba a olvidar rápidamente, un ensayo basado en una transición muy peculiar: el pasaje del inocente espectador infantil de la saga del San Bernardo Beethoven - co-escrita por el gran John Hughes- hacía Cujo, esa bestia negra “estifen-quiniana” que no dejaba salir a nadie del auto. Supuso lo impactante de ser testigo de la desesperación de aquel sujeto. ¡No podía salir de su auto ya que afuera lo aguardaba el mordisco letal de un colérico can! ¡Increíble! ¡Inaudito! Pero eso si, que sucede, sucede.
¿Qué es lo que sucede cuando uno queda atrapado afuera y más cuando en algún momento se pensó que el afuera consistía en un terreno amable donde se podría correr y ladrar como a uno se le cante?
/Arnaldo 7/
***
El perro Santillan, acusado de subversivo por la patronal. El perro verbitsky, acusado de servilleta por todos. El perrito barrios, acusado de tramposo por el otro equipo.
El alimento balanceado, es el alimento principal de los perros urbanos. Lejos quedaron las jaurías y las cazas. Miles de años de domesticación, tienen sus consecuencias.
/Alan Oeste/
***
La única vez que tuve un perro, no le llegué a poner nombre y solo me duró 5 días. Fue un regalo de navidad, que perdí en año nuevo.
Yo tenía nueve y entre todas las cajas debajo del árbol, había una que se movía y mi padre me dijo que esa era la mía. Yo no me quería ni acercar, me daba miedo. Le dije a mi padre que ese regalo no era mío, porque no tenía escrito mi nombre con marcador indeleble, como vi que sí tenían los regalos de los demás. Me dijo que sí, que era el mío y que no le pregunte más.
Me acerqué temerosa entonces, aguantando mi llanto infante. ¡Qué navidad de mierda! pensé. Mi primo tenía unas pistolitas de agua re copadas y mi hermana un reproductor de CDS ultra-berreta pero a la vez ultra-fascinante. Ya todos habían abierto sus regalos, las tías habían intercambiado tazas y tangas de colores, y los tíos habanos y corbatas.
A mi viejo nadie le regaló nada y se quedó mirándome a mí. Me preguntó porque no abría mi regalo. Para no admitir que la caja movediza me generaba horror, y que no piensen que soy miedosa porque soy nena, me acercé y la abrí con los ojos cerrados. Cuando meto la mano empiezo a sentir los dedos calientes. Abro los ojos y veo una lengua enorme colgando de un perrito chiquito. Horrible. Me pareció casi tan feo como ver a mi hermanito recién nacido.
Le digo a mi papá que tengo sueño y me voy corriendo a la pieza. Lloró porque ahora tengo una mascota de mierda.
Los días siguientes por suerte son llevaderos y casi que no tengo que prestarle atención a mi nueva mascota.
Hubo muchas visitas y todos se entretenían con el perrito. Jugaban con él y hasta se sacaban fotos. Lo acariciaban, le daban amor por esos instantes. Yo miraba desde lejos e intentaba comprender. Cuando se iban, buscaba imitar sus juegos y caricias, pero no podía. El perro me chupaba la mano y me daba un asco tal que me tenía que alejar corriendo, lavar las manos y tirar a la cama para que no me moleste nunca más.
Llegó el año nuevo y esta vez al festejo, se sumó la pareja nueva de papá. Cuando llegó ella, noté algo que antes no había notado: Mi viejo después de tocarle el culo, le dijo que pase rápido para que no se escape el perro por la puerta.
En la cena yo estuve bastante callada. La nueva señora esta, me preguntó sí me había gustado mi regalo. Yo primero le pregunté como se llamaba y después, mintiéndole, total, casi que ni la conocía, le dije que sí, que estaba contenta.
Terminó la cena y faltando poco para las doce, sacaron sidra y helado. Yo me fui con mi potesito al patio y vi que mi primo y mi hermana jugaban con el perro.
En ese momento, mi tío salió al patio y gritó que vayamos a la calle, que en cualquier momento arrancan los fuegos artificiales. Mis primos fueron corriendo y mi tío fue con ellos.
Entonces ahí quedamos, solos otra vez, enfrentados. Cara a cara, yo con mi nariz respingada de niña y él con su trompita llena de barro. Me acercé con paso firme, paso de mujer. Lo levanté y lo miré a los ojos. Por telepatía le comuniqué lo que él, en el fondo, ya sabría. Esa noche, sería libre otra vez. Dejando la puerta abierta del living, lo vi alejarse entre los zapatos de los adultos que miraban fascinados al cielo.
Entré y me fui a mi pieza. Prendí la tele y vi que pasaban en el noticiero videos de cómo habían sido los festejos del año nuevo en Taiwán.
/Luanne/
***
¿Qué pasa con mi inocencia canina?
Siempre que ladro, me piden que muerda.
Cuando muerdo, me piden que suelte
Cuando suelto me siento vacia.
Los mejores tiempos siempre van a ser en Gonnet.
De alguna forma llegue a parir
y hasta el mas chiquito se fue antes que yo.
Por mi condicion, puedo irme sin despedirme.
Los grises ya son, en su mayoría, negros.
/Juan Pablo/
***
Kimbalina clarck
Un perro,
de cuatro colores.
De todo lo que había, quedó lo mejorcito, pero...
Será la tenencia compartida una excusa?
Para el rope para comer doble .
Para nosotros para comernos un garrón.
/Facu Pura Vida/
***
Ser un perro
Ser un perro y correr ese pasto verde donde todos van detras de la pelota y el resto mira, grita y canta. Caminar en cuatro patas por la plaza donde toca la orquesta y sentarme al costado del violinista a dormir con las patas para arriba esperando la lluvia.
Ladrar sin preguntar hombre o amigo sabiendo que no es amigo y hombre malo.
Mear el auto más nuevo y el más roto con el mismo placer. Y tener sexo en la calle, de noche, de tarde, de mañana o al amanecer, sin importar quién pase.
Morder una persona con ganas y sin culpa hasta sentir el sabor a sangre en los colmillos y ver los pocitos en la carne rebalsar.
Dejar las patas embarradas en lo blanco, lo amarillo, lo rosa, lo celeste, para siempre.
Ser una perra y subirme a un tren y bajarme dónde tenga ganas, caminar y correr sin miedo a perderme.
Tirarme de panza al agua en una pileta o en el río más correntoso, rescatar una persona o nadar con las patas y la cabeza en alto. Acostarme en las alfombras más mullidas y descansar en el lomo de los animales más feroces.
Escuchar las mentiras de la gente sin necesidad de mirarlos a la cara y sentir el sabor de sus ropas y de todos los lugares que atravesaron.
Levantar manos con la cabeza y que me acaricien sin necesidad de hablar.
Y perrear, perrear de alegría frente a quien sea por lo que sea. Correr algún gato, solo para estirar las patas y matar un pájaro para sentirme salvaje. Dormir en cualquier momento y en cualquier lugar. Tener cachorros aunque sea una vez, para amamantarlos todos juntos y sentirme flaca y consumida con las tetas estiradas para que crezcan.
Y ladrarle al peligro para que sepa que estoy acá, que lo siento.
/Marbi/